lunes, 3 de mayo de 2010

Un demócrata comprometido

Han transcurrido dos decenios desde el asesinato de Luis Carlos Galán. Me inclino a pensar que su irrupción al escenario político nacional, latinoamericano y mundial, no fue fruto del azar sino de la correlación de factores internacionales y nacionales que se conjugaron en el intervalo 1943 – 1989, facilitando que, una combinación de componentes de las dominaciones carismática, tradicional y legal, acompañadas de su gran voluntad de poder y vocación de servicio público, se concretaran en un original liderazgo.
La comprensión adecuada de la personalidad de Galán, implica entender su tiempo histórico. En el intervalo de sus 46 fecundos años, se presentaron procesos cuyo estudio facilitará entender el amplio ámbito dentro del cual desarrolló su gestión política. Quisiera enfatizar que es en estos últimos decenios donde se ha dado una socialización internacional excepcional, el fenómeno socio-histórico de la globalización y el más grande avance científico tecnológico de todos los tiempos, gracias al desarrollo acumulativo de la ciencia.
A medida que gradualmente fue conociendo el país y se comprometió con la solución de sus problemas significativos, Galán deseó abiertamente ser un educador político de la juventud y de los sectores mayoritarios colombianos. Estudió y practicó la política como arte y ciencia, y tenía un conocimiento apropiado para su tiempo. Su constante e inteligente consagración al trabajo; eticidad; inquebrantable vocación democrática; autenticidad; capacidad comunicativa y pasión por Colombia, lo constituyen en un paradigma para las nuevas generaciones de líderes. Como un politécnico bien informado, que tenía y sentía el peso de la historia, sabía que había que transformar las instituciones y particularmente las públicas, para concretar y desarrollar la democracia participativa.
Galán fue un colombiano excepcional que consagró los mejores años de su existencia a la reivindicación de la política, habiéndose convertido en uno de los grandes líderes del siglo XX en Colombia y América Latina. Fue el mejor político de su generación y su pensamiento y coherencia son significativos en el presente siglo. La revisión contextual de su vida y liderazgo, así como el análisis de sus realizaciones, especialmente de su papel como educador político, nos permite visualizar cómo la política debe seguir siendo la más bella de las vocaciones, cuando se ejerce con responsabilidad y sentido histórico. Ahora, se me presenta indispensable releer analíticamente su pensamiento y difundirlo, para enfrentar los graves atrasos colombianos y desarrollar institucionalmente los presupuestos sustantivos de la democracia participativa, consagrados en la Constitución de 1991.
El estudio de la presente complejidad nacional, la especificidad del proceso electoral en 2009 y la actual crisis mundial, nos muestran la utilidad que puede tener para Colombia, el que especialmente, desde el interior de la formulación, implementación y evaluación de las políticas públicas educativas, se propicien cambios estructurales que faciliten el surgimiento de nuevos ciudadanos y de líderes políticos capaces de construir una sociedad justa (con estructuras que organicen la equidad ante el poder); pacífica (con ausencia de violencia abierta y estructural); libre (sin sometimiento a potencia mundial alguna e interrelacionada con todas las naciones); y con capacidad de institucionalizar un proceso de desarrollo sostenible.
Pensando en el futuro ¿qué entreveo para los próximos decenios como un legado magnífico para nuestra juventud? Su autenticidad; la coherencia entre sus ideales y sus prácticas, y su proceso progresivo de compromiso con los preceptos de la democracia y de la integración latinoamericana. Mas también: una cualidad muy importante frente a ciertos arribismos, pragmatismos y ascensos fáciles: la perseverancia acompañada de la elaboración de grandes proyectos (políticos, económicos, culturales, sociales, ecológicos e internacionales) que imaginaron alternativas de progreso y justicia social, y que en gran medida están pendientes de realización.

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EL NARCOTRAFICO Y LA LUCHA DEL ACTUAL GOBIERNO

A pesar de otros antecedentes de importancia, como la Convención Única sobre Estupefacientes, de 1961 y el Convenio sobre Sustancias Psicotrópicas, de 1971, en rigor puede afirmarse que solamente con la Convención de Viena, de 1988 la comunidad internacional pudo acendrar el consenso en torno a la definición de una estrategia uniforme para enfrentar los embates del narcotráfico. A partir de su concepción como delito de carácter transnacional, en lo que tiene que ver con la oferta de sustancias sicoactivas, se hizo evidente la necesidad de que los Estados parte adquirieran el compromiso de armonizar sus ordenamientos jurídicos internos y se hicieran a instrumentos adecuados para someter a un tratamiento similar a quienes se dedican a actividades relacionadas con el tráfico ilícito de estupefacientes, evitando así la existencia de países de refugio o de fuga.

El esfuerzo de la actual administración, sin duda impulsado por la posición asumida por los Estados Unidos -como expresión de una diplomacia coercitiva que es injusta en tanto unilateral y desmedida en tanto sus efectos perjudicaron al país entero y no sólo a los narcotraficantes-, ha sido significativo y ya comienza a mostrar resultados.

A continuación se presenta un informe del estado de avance de algunos de los aspectos más trascendentes en esta materia, no sin advertir que en temas como el del control y detección de precursores químicos, Colombia ha actuado de manera mucho más aguerrida que el resto de los países suscriptores de la Convención de Viena, de 1988, al incluir como sustancias controladas químicos e insumos que, en el resto del mundo, se comercializan libremente, y al celebrar acuerdos derivativos de la Convención con varios Estados en los que también se ha ampliado el catálogo de químicos recogidos en otros instrumentos internacionales. Igualmente, ha de destacarse el esfuerzo realizado para remediar factores estructurales que afectan en buena medida el funcionamiento de nuestro sistema de Justicia, como se refleja en las actividades que se vienen implementando para el montaje de unidades especializadas en investigación y juzgamiento -policía judicial y fiscalías- de actividades relacionadas con el tráfico de estupefacientes.

LA MAFIA DEL NARCOTRAFICO


Cuando se habla de organizaciones de tipo mafioso se refiere a los grupos que en tanto producen acumulación y riqueza a partir de la producción de cocaína, manejan el mismo esquema de la economía legal en sus empresas ilegales.